“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

domingo, 21 de febrero de 2010

EL ASESINO ILUSTRADO (I entrega)

En realidad el que tiene más miedo soy yo, aunque no lo aparente.
Asomo mi boca de lobo hambriento al pasillo y no viene nadie. Espero, miro el reloj, el techo, de nuevo el reloj, de nuevo espero. No viene nadie.
- Zuter, prepárese, le llegaron visitas, moduló un viejo doblado por el paso del tiempo.
Era el guardia más antiguo del pabellón siete, ese que es famoso por los vidrios circulares rotos que nadie nunca intentó reparar. Dicen que una riña histórica entre internados y guardias dejó así el ventanal. “El cuco” Saravia agarró a martillazos a un enfermero que por las noches le susurraba al oído que si se portaba mal le iba a electrificar el pene con una soldadora. “La momia” Perkins le incrustó una sombrilla en el ojo al sereno, desde ese día bautizado como “el tuerto” Marquez. Y “el Gatillo” Lencina le partió una máquina de escribir en la cabeza al guardia del pabellón de “irrecuperables”. La trifulca duró casi tres horas, y hasta que llegó la policía, el pasillo que unía la dirección con el comedor fue una verdadera fiesta. Al grito de “Si no somos locos, los locos donde están”, desafiaron a la policía descargando los matafuegos que colgaban de las columnas. Los líderes de la intentona golpista fueron detenidos en medio de un manto de polvo blanco irrespirable. Los tres cabecillas (Saravia, Perkins y Lencina) fueron penados con seis meses de aislamiento en el calabozo de “concientización”. Fue allí que conocí a Armando, una tarde que sopapeé a una cocinera que me trajo una polenta dura como un garrote y me tildaron de desagradecido.
Son las siete de la tarde y en el salón de visitas sólo está Armando jugando al yo-yo con un rollo de cinta adhesiva. Tenía la mirada puesta en el parque y su mano derecha imitaba movimientos hacia arriba y abajo. Las nubes eran lo más parecido a un pasado que ya no volverá. Sólo restaba contar hasta diez o hasta veinte para que los algodones intocables se vuelvan tormenta, y la tormenta viento y el viento agua.
Cuando las primeras gotas comenzaron a darse la cabeza contra el techo de chapa y los ventanales de vidrio, Armando dejó de jugar. Tomó la cinta, cortó un pedazo y tapó su boca. Cruzó las manos y miró hacia arriba. Como desafiando a la lluvia, avisándole que jamás entrarán moscas en una boca cerrada.
La periodista que se acerca a la mesa vacía es rubia y tiene un rodete en lo alto de su cabeza, al mejor estilo Isabel Perón.
El chiste de bienvenida no le cayó del todo bien.
- ¿A dónde dejó al brujo?
- ¿Cómo? ¿Qué brujo?
- Dele, doña, no me diga que vino sola. Yo sé que Lopecito debe andar vigilando por ahí.
- Pero Señor Zuter, me dijeron que estaba bien de salud, que podíamos mantener una charla coherente. ¿De qué brujo me habla?
- Bueno, señora, evidentemente la profesión le ha extirpado el sentido del humor. Olvídese. Vamos a lo nuestro. Cuando quiera…

EL ASESINO ILUSTRADO (II entrega)

La volví a escrutar de pies a cabeza. De ese rodete hermético podían salir la mejor de las preguntas o las más estúpidas reflexiones. Las que se peinan así, estirando todo el pelo hacia el baúl de la cabeza, asfixiando a un puñado de cabellos indefensos, son las más peligrosas. Esas cabezas que reprimen pelos esconden algo. Quizá, son asesinas en potencia.
- ¿Cuánto hace que está en rehabilitación?
- Dos años, cuatro meses y dieciséis días.
- ¿Escribe en sus ratos libres?
- No tengo ratos que no sean libres. Escribo todo el tiempo, a toda hora, salvo cuando me interrumpen por alguna cuestión, como es su caso.
- ¿Por qué me concedió la entrevista si usted me considera una molestia?
- Porque tenía ganas de charlar con alguien. Acá están todos demasiado cuerdos para mi gusto. Además quería conocerla, desde la universidad que leo sus columnas los domingos. Usted sabe que le tengo aprecio, pero eso no quita que le diga lo que pienso. Siempre me parecieron una reverenda mierda esas columnas, pura mierda disfrazada de calidad literaria. Pero claro, cuando el estiércol se envuelve en papel de diario, tiene otro gusto, ¿no?
- ¿Usted odia a todos los periodistas?
- Yo no diría odio. A ver, es una cuestión de justicia. Hay que terminar con los supuestos guardianes de la verdad. Se acabó la mentira, tienen que dejar de engañar a la gente.
- ¿Qué es el periodismo para usted?
- Todo lo contrario a lo que usted escribe en sus columnas. Si un domingo quiere darme una alegría, haga todo lo contrario a lo que hace. O, mejor, dedíquese a otra cosa. Lo que hace, además de espantoso, es perjudicial para la salud. Su pluma es vomitiva, señora.
- ¿Es verdad que está escribiendo un libro sobre sus días en la cárcel?
- Por supuesto. Pero no sólo eso, también dejo sentado en esas páginas los próximos blancos. Yo que usted lo leería. Es un gran gesto de compasión el que tengo hacia mis colegas al avisarles que voy por su cabeza.
- ¿Se arrepiente de algo?
- Sí, claro. Si no nos arrepintiéramos no seríamos humanos. Me arrepiento, por supuesto, de no haber matado a más periodistas antes que me encierren en este frasco de mierda.
- Según la justicia, usted no está en su sano juicio. Los siete asesinatos que cometió contra periodistas (los siete realizado el 7 de junio de 2001) quedaron impunes ya que usted no tenía “real dimensión del límite existente entre el bien y el mal? ¿Qué es el mal para usted?
- Ustedes.
- ¿Qué es el bien?
- Poder eliminarlos.
- ¿Se considera un demente?
- Por supuesto.

EL ASESINO ILUSTRADO (III entrega)

- A cada víctima, usted le dedicó una carta, a modo de crónica periodística.
1) María Paz Centello, le aplicó tres tiros en la nuca, cuando entraba el auto a su cochera: “ La objetividad se fue con ella”.
2) Horacio Romero Funes, lo ahorcó con su propia corbata y lo envolvió con una remera de Bochini: “El único independiente es el de Avellaneda”.
3) Abril Contreras, primero lo noqueó de una trompada en el mentón y después le tiró la computadora encima: “En otoño, la sangre seca mejor”.
4) Julio Sacripanti, una vez anestesiado le clavó veinte lapiceras bic sobre la espalda, la sangre inundó la habitación: “ Con tinta llegaste, con tinta te fuiste”.
5) Alejandro Pernacky, Lo ahorcó con las dos manos: “Sucio mercenario. Masticarás tu propio polvo”.
6) Gregorio Salinger, le ató el pene a una soga y luego lo calcinó en el horno junto a un ejemplar de Un guardián entre el centeno: “Me dio pena por tu glorioso apellido, pero no eras más que un escriba del poder de turno. Muerto es donde mejor servirás a la patria”.
7) Arístides Royal Hokes, lo ahogó en la bañera, dándole golpes en la cabeza con una sopapa para destapar el inodoro. “Deberías haber muerto ahogado en el río, por inundarnos a mentiras”.

- ¿Ya tiene el próximo título?, me preguntó desafiante.
- Es la primera pregunta inteligente de la tarde. Claro que lo tengo, pero si se lo digo pierde la gracia. Y la gracia y la dignidad son las dos últimas cosas que debemos perder los que ya perdimos la libertad.
- ¿Es feliz?
- Hasta que no termine con la lista que tengo pendiente, jamás podría afirmarlo. Pero oliendo la sangre de mis futuras víctimas, siento algo muy parecido a la felicidad. Aunque no es exactamente eso. Ponga eso que dijo Lennon, que la felicidad es un revolver caliente. Le di un gran título, no se puede quejar.

EL ASESINO ILUSTRADO (IV entrega)

La periodista comenzó a sentirse mal, hizo un par de arcadas primero y el desenlace fue previsible. Humedeció la mesa de un líquido amarillento.
- Vomitó su esencia, quédese tranquila. No está mal expulsar el amarillsimo del alma de vez en cuando. Métase los dedos tres veces por semana para purificar el alma. Yo lo hice durante muchos años, después de leer sus columnas de domingo.

Se excusó y fue al baño. Volvió pálida como un paquete de harina y sostuvo su cuerpo flácido apoyándose sobre el respaldo de la silla.
- Además de asesino, es usted un maleducado. Ojalá se pudra aquí adentro.
- Pero señora… ¿Usted se fijó bien en la cara de la gente cuando camina por la calle? ¿No le ve cara de asesinos a todos? ¿No cree que cada ceño fruncido es una bala alojada en la conciencia, que cada puño cerrado es un gatillo a punto de disparar? Piénselo, no creo que haya más inocentes que culpables.
Eso quedó grabado.
Se acomodó su rodete y comenzó a señalarme con el dedo. Era ella, no había dudas que era ella. Como si me apuntara con su columna dominical, era inconfundiblemente ella, como si escupiera ríos de tinta edulcorado con dogmas que huelen a naftalina. Me seguía señalando, ahora la voz se levantaba como un enano que crece de golpe, yo seguía mirándola, sentado en mi trinchera. Otra vez el dedo en alto, con su estilo inquisidor, un dedo índice (de la mano derecha) que parece portar en su yema toda la verdad del mundo.

Apagó el grabador y me sentí en el aire. Sé que era uno solo, pero yo me sentía dos personas en una. Por un lado está el hombre que le miró el culo a la periodista que se acaba de levantar de la silla, y por otro lado está el hombre que se metió dentro de su rodete sin que ella lo intuyera.
Ese segundo hombre es el encargado de ahora en más de vigilar todos sus movimientos, de perseguirla, de acompañarla, de guiarla, de atosigarla. De soplarle en la nuca hasta dejarla sin aliento. De ayudarla a vomitar tres veces a la semana.
Y el primer hombre, el que tiene el codo hundido en la mesa y cuyos ojos cuentan las gotas que caen detrás de vidrios rotos con forma de óvalo, se quedó elaborando teorías sobre la mujer que acaba de partir.
A esa mina le falta algo, pensé. Se la veía desprotegida, temerosa. Más sola que una maleta en la cinta de un aeropuerto de madrugada. Me moría de ganas por ir a abrazarla. Pero preferí mantener la distancia, la prudente y objetiva distancia que separa al asesino de su propia víctima, de su futura presa.

Armando giró la cabeza y vio desde el fondo del salón toda la escena. Ya se había quitado su bozal de cinta, pero seguía subiendo y bajando la mano derecha como un autómata. Me di cuenta que no estaba tan solo como creía.

sábado, 20 de febrero de 2010

PREGUNTAS

¿Por qué es gorda si no come?

¿Por qué pide y no roba?

¿Por qué me mira y no llora?

¿Por qué usa sus manos para dejar la tarjetita sobre mi mesa y no para ahorcarme?

¿Por qué somos tan indiferentes ante la desgracia ajena?

¿Por qué no nos escandalizamos ante lo habitual?

¿Por qué una moneda les arranca una sonrisa?

¿Por qué no los miramos de frente?

¿Por qué seimpre la respuesta es un NO?



¿POR QUÉ HAY TANTAS PREGUNTAS ESCRITAS EN MAYÚSCULA Y NINGUNA RESPUESTA NI SIQUIERA EN MINÚSCULA?

CAMINOS

La ruta te llevará lejos, si quieres ir lejos; te llevará cerca, si quieres ir cerca. Y no te llevará a ninguna parte si decides quedarte inmóvil como la propia ruta.
Como una obra de arte eterna, el camino vigila el andar de los que vagan sin mirar.

sábado, 13 de febrero de 2010

COSAS SENCILLAS

Hay cosas sencillas de entender. Una flor es una flor y una noche es una noche. Un montón de ladrillos son un montón de ladrillos.
Pero si una noche cualquiera él se para sobre un pilar de ladrillos desvencijados y, del otro lado de la tapia, ella estira su mano y recibe una flor perfumada, ahí cambia la cosa.

Ahí está el amor. Y el amor es el amor. Y eso no es fácil de entender. Menos de explicar. Pero es. Es como un ladrillazo que te acaricia con el perfume de una flor una noche cualquiera.

jueves, 4 de febrero de 2010

Blowin' In The Wind



How many roads must a man walk down
Before you call him a man?
How many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand?
How many times must the cannon balls fly
Before they're forever banned?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.

How many years can a mountain exist
Before it's washed to the sea?
How many years can some people exist
Before they're allowed to be free?
How many times can a man turn his head,
Pretending he just doesn't see?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.

How many times must a man look up
Before he can see the sky?
How many ears must one man have
Before he can hear people cry?
How many deaths will it take till he knows
That too many people have died?
The answer, my friend, is blowin' in the wind,
The answer is blowin' in the wind.

Bob Dylan, 1967.

lunes, 1 de febrero de 2010

Tomás Eloy Martinez (1934 - 2010)



Y se fue uno de esos prolíficos. De los que ya no hay. De los que quedan pocos.
Es una verdad irrefutable esa que dice que los cementerios están repletos de imprescindibles.