“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

sábado, 9 de enero de 2010

CARBURANDO

Las ganas de llegar. La falta de piernas para escalar lo más alto de la soledad. La bondad de las chicas que callan. La excentricidad de las que hablan de más. El problema de la puntualidad en las citas imposibles. Volver al primer amor, y al segundo, y al tercero. Pero volvés, siempre volvés. Romper mapas de caminos de ripio usados.
Es que esas que están buenas como la nafta súper, van a seguir estándolo por los siglos de los siglos, hasta que se sequen las bocas de petróleo. Hasta que sus bocas dejen de saber a utopía fresca, a río innavegable. A colina alta, a puerta giratoria que se abre del lado de adentro.

Este clima me sienta bien. Este viento que te peina para atrás parece sabio. Esas olas que se quiebran como marionetas sin calcio tienen algo de verdad que no alcanzo a entender. Me acerco para oírlas, pero son muchas voces juntas que cantan una canción imposible de tararear.
Alguien las aplaude, no soy yo.

¿Por qué alguien dijo una vez que siempre que llovió paró y nunca nadie dijo que cada ola que rompió, murió? Será que sólo importa lo que viene de arriba. Todavía no se dieron cuenta que las nubes y las olas son como esas primas que se ven poco, pero cuando se encuentran en las fiestas de fin de año se abrazan fuerte y se emborrachan juntas. Doy fé.

Dicen que el mar te moja. Para mí, seca más de lo que moja. No puede haber sino tantas palabras tiradas al mar y que regresen intactas como el pañuelo de un tipo al que le arrancaron los ojos.

Y hay algunas que no vuelven. Esas dan vueltas en la cabeza hasta que salen como por arte de magia. Tantas ideas sueltas como puntos seguidos en un texto desordenado y anárquico.

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