Las ocurrencias mueren y resucitan. Un buen día florecen y dan a luz y cobran vida como un hormiguero que es pisoteado por un soplido.
Despiertan de golpe y mientras caminan se van quitando las lagañas de los ojos.
Pero, como las mariposas, viven poco, casi nada. Y se marchitan. Y cavan su propia tumba, agachan la cabeza y se incrustan como alfileres en la tierra.
En el medio de tanta vida y tanta muerte las ideas cabalgan haciendo equilibrio para no desaparecer.
Las ocurrencias son como el mito del eterno retorno pero al revés.
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