“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

viernes, 27 de febrero de 2009

ESTÁ TODO INVENTADO



Anoche fui a ver "El extraño caso de Benjamin Button". No es la idea contar que comí un pancho, que la acústica del cine era pesima y que, en líneas generales, la peli me gustó.
Voy al grano. Sentí durante toda la pelicula, que dura 3 horitas, un deja vu permanente. "Esta historia ya la viví", "este cuentito ya me lo contaron". Y esperé hasta el final y me enteré que está basada en un cuento del genial Scott Fitzgerald que escribió en 1922. Pero yo no lo había leído ni sabía de su existencia. Y después me cayó la ficha. "Quino", grité al estilo "Eureka", de Arquímides. El creador de Mafalda ya había hablado del tema mucho antes de que Hollywood lo paseara por sus alfombras rojas. Fue en "La vida según Quino", lean y "dejavuen" tranquilos:

"Pienso que la forma en que la vida fluye está mal. Debería ser al revés: uno debería morir primero, para salir de eso de una vez.
Luego, vivir en un asilo de ancianos hasta que te saquen cuando ya no eres tan viejo para estar ahí. Entonces empiezas a trabajar y trabajar por cuarenta años, hasta que eres lo suficientemente joven para disfrutar de tu jubilación.
Luego fiestas, parrandas, drogas, alcohol. Diversión, amantes, novias, novios, todo, hasta que estás listo para entrar a la secundaria.
Después pasás a la primaria, y eres un niño que se la pasa jugando sin responsabilidades de ningún tipo.
Luego pasás a ser un bebé, y vas de nuevo al vientre materno, y ahí pasas los mejores y últimos nueve meses de tu vida flotando en un líquido tibio, hasta que tu vida se apaga en un tremendo orgasmo…"


¡Eso sí es vida!

miércoles, 25 de febrero de 2009

Mariano, el demócrata



Estoy juntando libros de historia para hacer la tesis. Hojeando un par de ellos, me detuve en la página 344 de ARGENTINOS, TOMO 2, de Jorge Lanata. Allí comienza el capítulo titulado LA HORA DE LOS BRUJOS, donde una cita encomillada reza:

"José López Rega es uno de esos luchadores que recogen, por lo general, la ingratitud del sistema al que protegen. López Rega cumple al lado del Presidente el papel de meter mano en tareas antipáticas. Sería por lo menos arriesgado prescindir, hoy, de este servicio.”
Mariano Grondona, Carta Política, diciembre de 1974

Está bueno que sepamos quienes nos "informan". Y que cada vez que leamos su columnita dominical en "la tribuna de doctrina" o escuchemos sus clases de republicanismo en televisión, nos acordemos de quien se trata. Acuérdense, Mariano Grondona, del latín Marianum Fachistodium, mm?
Mientras tanto, sigamos creyendo que algún día los dinosaurios van a desparecer.

lunes, 23 de febrero de 2009

ÍDOLOS DE BARRO



No te va a salir igual que antes.
Por más que te esmeres, se volverá a caer y vos volverás a caer.
Idealizas tanto, que cuando pudiste sacarla a bailar te diste cuenta que las estatuas no se mueven. Menos las de barro.
Pero igual la mirabas como esperando un guiño de ojo o una sonrisa esquinada.
Tardaste tanto en construirla, que una vez terminada no la pudiste disfrutar.
Nunca te dijo una palabra. Vos pensaste que belleza muda, dos veces bella.

Y ahora, con los pedazos de arena y tierra rendidos a tus pies, te preparas para volver a diseñarla. Juras que esta vez será diferente.

Vas a intentar que sea la misma, y sino, parecida.
Pero la historia será igual. El nuevo rostro te cautivará, dirás que es perfecta, dormirás junto a ella para que el agua no la destruya, y la creerás eterna.
Le abarrotarás el ego de caricias tibias. Su pecho se inflará como una piñata renga que ya no puede cruzar la puerta.

Nunca escuchaste al viento, él te avisaba que se iba a deshacer con el primer soplido. La fortaleza más grande de tus creaciones es la debilidad endémica por desaparecer como una gota de rocío.
Pero el viento, siempre el viento. Y el agua, siempre el agua. Agentes naturales, derribadores de mitos, rompedores de ilusiones.
Como castillos de naipes, la figura se cae, de nuevo, no la podés sostener.
Te sentís abatido, como noqueado, estrujado en la punta del ring. Pero te volvés a levantar. Revolvés la arena mojada y te preguntás si siempre caerá de la misma manera.

Y ahí ya confundirás las lágrimas caídas con el agua que arrastró tu último ídolo. Tu última esperanza. Y ya no podés distinguir entre la criatura desvanecida y la que tu cabeza empieza a moldear. Porque siempre habrá una nueva, aunque sepas de antemano que tardará en caer lo mismo que una ola tarda en mojar los pies de la arena.

martes, 17 de febrero de 2009

EXCEPCIONES

No se trata de una moda. Es la antítesis, la otra cara de esa moneda llena de brillos, escudos y rostros conocidos. No son como las canchas de padel, las remiserías o los delivery. Se trata de acontecimientos poco frecuentes. Están pero no se ven. Como la vida subterránea que Roberto Bolaño describió en las andanzas de Pepe el Tira. Allí las ratas se organizan, hay vida propia, son perseguidas, caminan, se pierden, se enamoran y también se mueren.
Son, en realidad, poco frecuente para nuestros sentidos. Las percibimos muy de vez en cuando, pero las ratas de Bolaño saben que pasa mucho más a menudo. A nuestra vista son fenómenos extraordinarios, fuera de lo común. Para la historia fue la crisis del 30, la mano de Dios, el mayo francés, el cordobazo o la caída del muro. Esas narices estornudando que resfriaron al mundo. Aquellos grandes sucesos se gestaron – y se gestan- bajo una capa oculta que se escapa de los sentidos de la mayoría de los mortales.
Las revoluciones que se harán en 20 años, a lo mejor están comenzando esta misma tarde en algún bar o en algún aula universitaria.
Y pobre iluso el que piense que las revoluciones son sólo políticas.
Son esas excepciones de las que vale la pena agarrarse. Es verdad que todo es efímero, y que cuando salís a la calle el viento ya cambió de sentido y el sol ya no calienta igual.
No podemos hablar de integridad, aldea global o unicidad como si el universo fuera un baúl de auto al cual podemos examinar en su totalidad.
Me agarro de esas coincidencias, de esos años donde no pasó nada- para nuestros sentidos chatos y desatentos- pero que en verdad fueron la semilla de esta realidad que hoy nos muestra la cara.
No pretendo andar husmeando en las alcantarillas del HOY para adivinar aquello que mañana se nos presentará con saco y corbata como LA REALIDAD.
Son esas excepciones, las que recién vemos cuando nos dan la mano en alguna reunión imprevista, las que siento que valen la pena meter en el bolsillo para atesorar la esperanza de lo que vendrá.
Será ese mínimo detalle, ese encuentro casual, esa semilla que alguien tiró hace un tiempo, esos sacudones internos.
Si en vez de Starbucks, Mc Donalds y el Regetón se pusieran de moda las excepciones, arriesgo a que seríamos todos un poquito más felices. Andaríamos, eso es cierto, al principio un poco desorientados en busca de esos senderos alternativos.
Que dos personas se encuentren, charlen lo que un reloj tarda en pasar dos veces por el número 12, se miren tanto que ninguno se anima a decir que piensa el otro, hablen dormidos, jueguen despiertos, vean flautas en lugar de nubes y sepan que hay alguna fuerza extraña que tiende a unirlos. Y abrevian palabras, pqe al fi n l de l e m c ón no coordinan las palabras, las e-s-c-u-p-e-n… Y como un desodorante atomizan el ambiente de letras sueltas, inconexas; trenzadas en un trabalenguas de colores vivos.
Si, es una excepción. Sí, sos una excepción. Si, somos una excepción.

De eso tratan las excepciones. Y muchos coinciden que, por su condición efímera, hay que aprovecharlas. No vaya a ser que se acostumbren a la buena vida, se aburguesen y se conviertan en algo de todo los días. En una puta normalidad. Ahí perderíamos todos. Porque lo interesante y revelador no está en las leyes sino en las excepciones. Estas brindan una fractura que será la bisagra de la cual miraremos el mundo; en cierto modo, significan la esperanza. Ya lo dijo el cronopio más excepcional de todos: “El mundo está lleno de falsos felices”.

domingo, 8 de febrero de 2009

DOS MUJERES, UN CAMINO



No se trata de una remake de la telenovela que hizo célebere al "hombre-sprayatte" Erik Estrada.
Son dos veteranas que están igual de buenas que cuando las vi por fotos hace años. No las conocía pero me habían hablado mucho de ambas.
París, como dijo Vila Matas, "no se acaba nunca" y Roma, qué decir de ella, si todos los caminos conducen hacia allá.
La primera es mágica y encantadora. Te seducen sus puentes, parques y callecitas. La otra es imponente. Te atrapan los pedazos de historia que te tropezás al recorrerla.
Iba con una imagen mental de París. La que aprendí a ir formando como un rompecabezas a medida que leía Rayuela. Caminar y perderse es la mejor forma de conocerla. Museos, monumentos, parques, puentes, plazas, librerías, cafeterías y cementerios. Todo a un paso lento, con los ojos bien abiertos y las manos libres para pellizcarte por si todavía no lo podés creer.
No me di cuenta que Roma era Roma, hasta que levanté la vista y me topé con el Coliseo. Es como si los libros de historia que leíamos en la secundaria cobraran forma de calles, edificios, monumentos, iglesias y ruinas.
No es que no pueda elegir una, pero como toda mujer... cada cual tiene su encanto. Con París me casaría y tendría hijos. Y les pondría nombre de filósofos, pintores y escritores. Roma sería la amante perfecta. Pero no le dejaría descendencia, demasiado tiene con semejante pasado la pobre. Y su enorme experiencia me ayudaría a no equivocarme. Me daría consejos, me contaría historias, me recitaría discuros de emperadores.
Con París me iría a tomar un café, de la mano caminaríamos por el Sena, y cuando caiga el sol me leería un poema de Rimbaud.
Son dos mujeres especiales las que acabo de conocer. Tienen hasta dos vocales cada una. En las consonantes no se han puesto de acuerdo. Pero jamás las sentaría a las dos en la misma mesa. No podrían convivir Sartre y Julio César, Baudelaire y Nerón, De Gaulle y Gramsci, Napoleón y Garibaldi.
Las prefiero por separado, cada una luciendo el atuendo que mejor le va al cuerpo.
París se maquilla, se pinta los labios y te recibe perfumada. Roma te deja la puerta abierta, mientras se cocina la pasta y termina de ducharse.