“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

viernes, 31 de julio de 2009

HUMILLE CHARLIE

NADA NUEVO

A room with a view, and you,
and no one to worry us,
no one to hurry us two.
(As sung by Noel Coward)


El desgastado amor bajo un velamen
de disculpas sepulta la mudanza:
nos deja lo que lame
un perro cuando el vómito se come.
¿Es un lícito engaño la esperanza
de no quererte, o meretriz al fin de
mil y más posturas, un modo de impedir
que ahora asome la cuota de la vileza?

Descortés es perder la compostura;
masturbarSe y llorar son gentileza
hasta que otro relevo
el mundo nos otorgue de tristeza.
No me pidas, querida, como guarnición
de las miserias versos nuevos:
no pierdas tu lugar.

C.E.Feiling. (El agua electrizada)

VAMPIROS

En la -buena- revista dominical del diario El País de España, el escritor Javier Cercas habla de un tipo particular de lector. Basándose en algunas ideas del gran Saul Bellow sobre el amor a la literatura define al lector vampiro.

“¿Qué es un lector vampiro? Bellow lo explica bien: no es el lector que lee para matar el rato o para divertirse, ni siquiera para hacerse sabio; todo eso es estupendo, pero el lector vampiro no lee para nada de eso: lee para sobrevivir. De hecho, podría decirse incluso que, propiamente, el lector vampiro no lee libros: los apalea, los acuchilla, les arranca las entrañas, les chupa la sangre, les roba el alma; no quiere leer los libros: quiere ser libros, que los libros leídos pasen a formar parte, como dice Bellow, ‘de la propia sustancia’.“

Ver nota completa.

viernes, 24 de julio de 2009

[ ... ]

A veces es satisfactorio abrir la puerta y que no esté. Al menos que no esté en el mismo lugar que la dejaste.
Sabés que no se puede haber ido muy lejos, tampoco muy cerca. Si se tratase de una mascota, vaya y pase. Pero no. Es como la camiseta que va pegada al cuero en invierno. Pero esta vez no la llevás con vos. Tenés que conformarte con verla de vez en cuando. Cuando se dispone a salir de la escondite. Cuando grita, piedra libre, tan bajito que nadie la escucha. Había contado hasta veinte; en español, en cordobés, en hebreo y en inglés. Su cabeza era un ábaco cuatrilingue e impaciente.
Y estira la mano- para ser la primera- y abolla con todas las yemas de los dedos un globo de aire que se infla inerte hasta desaparecer tras un soplido inesperado. No estaba ahí la pared.
No sé si es la mano la que se equivoca de lugar, o es la pared la que se corre por miedo a que le golpeen duramente la cara.

jueves, 23 de julio de 2009

ESCRIBIR



No hay mucha ciencia. Se escribe como se mea. Puedo decir "orina", pero prefiero lo primero.
Así, de parado, sin mojar la tabla, haciendo equilibrio, sin alterar los renglones, respetando las mayúsculas, poniendo acentos con la mano desocupada, tirando la cadena con la misma mano que doblás el papel. De izquierda a derecha, preferentemente.
Está bien. Algunos se sientan, sobre todo si es de noche y están en casa ajena. Pero eso no cambia el fondo de la cuestión. La cosa es escribir. Dónde sea, por lo que sea, para quién sea.
Es sacarle punta al lápiz y empezar. Es desabrocharse el cinto y empezar.
No seas gil. Es menos de lo que pensás.
Está incorporado a uno como la cola de un perro.
Para qué negar la relación entre ambas actividades. O ahora te vas a poner en burgués refinado y me vas a decir que nunca orinaste la calle de tierra escribiendo el nombre de ella. Abreviado, de más está decir. Si se trataba de Ruperta, habrás puesto "ru", si la agraciada era Filomena, habrás tatuado un "Filo". Aunque en este último supuesto, deberías haber tomado al menos seis cervezas y cuatro baldes de pritty limón.
O a veces sin connotaciones sentimentales. A lo mejor trazabas una montaña o un sol de otoño en la pared del club. O en el portón de madera del kiosco que no te quería fiar.
Es el líquido inevitable hecho palabras, el miembro menos pensado convertido en pluma.
Bukowski decía que escribía para no convertirse en asesino. César Vallejo para decir que la luna era una vieja pelada. Ponele que vos escribís porque estás solo y el ruido del teclado te hace compañía, o porque te gusta que las letras formen palabras, las palabras oraciones, las oraciones párrafos, los párrafos páginas, las páginas cuentos y novelas, los cuentos y novelas libros, y finalmente los libros ganas de mear. Y así todo comienza de nuevo. Es el génesis laico. Es la biblia y el sanitario. Acá no hay calefón.
Se mea, se escribe, se vuelve a mear, se reincide en escribir. De eso estoy seguro. Nadie dejará, o al menos, nadie debería dejar, de escribir y orinar. En ese orden. Si es posible.

Un lápiz, un papel, y a lo sumo un sacapuntas. Sí, como mear. Eso dije. Sólo hacen falta ganas. Que te corra ese hormigueo por el estómago y más abajo también. Que si es amarillo, más claro, más oscuro. El color de la tinta es lo de menos. Si el papel se manchó, si el agua del inodoro se arrugó, ya está. Salió lo que había guardado adentro. La uretra, la vegija, la cabeza, las manos. Todos están de acuerdo en aplaudir de pie.
Escribir es más fácil de lo que se cree. No hablo de hacerlo mal o bien, hablo de hacerlo. Aunque al poeta le digan que es un mal poeta, él no se aflije, ya le dijeron poeta, y con ese rótulo en la cabeza se va a dormir en paz. O a escribir en paz. O a mear en paz. O todo eso junto.

miércoles, 15 de julio de 2009

ROBERTO BOLAÑO (1953-2003)


A seis años de su muerte, sólo nos queda hacer una cosa para homenajearlo.
Leerlo, leerlo y no dejar de leerlo.

lunes, 13 de julio de 2009

FLOR DE INJUSTICIA


Usted puede pensar, a priori, sin mayor ejercicio mental que el que demanda seguir un partido de bochas en diferido, que los comerciantes de la ciudad sufren igual y por lo mismo. Inflación, inseguridad, caída en las ventas, etc. Déjenme advertirles que su razonamiento transita por la vía equivocada. O al menos no es equiparable la pena de un florista con la de ningún otro rubro del comercio. El problema radica en que los especialistas en amapolas, madreselvas y crisantemos, no sólo reciben los efectos devastadores de la crisis internacional, la gripe porcina, y la debacle recesiva post-electoral,sino que también los acompaña una angustia más. Cargan sobre sus hombros el interrogante más tortuoso que un hombre puede llevar consigo durante un día entero. Una desgracia que sólo los entendidos en masetas, tierra y plantines, conocen.
No es fácil. Qué va a ser fácil.
Si resulta que...
Abren de noche pero venden más de día. Son los verdaderos comercios "24 horas". Tienen la radio encendida, pero no la escuchan. Sólo paran la oreja cuando gritan los números de la quiniela o el estado del tiempo. Se entretienen mirando la gente pasar. Se comen los mocos, se atan y desatan los cordones tantas veces como escupitajos reciba el cordón cuneta,revuelven la tierra de las masetas hasta marear el humus y provocarle vómitos reiterados, escriben en la pizarra la oferta del día con tiza blanca, y a veces, sólo cuando les queda un tiempo muerto, asoman la cabeza y comprueban si el calor que azota su rancho de chapa verde es prodcuto del sol o del motor de los colectivos.
Hace frío y riegan lo mismo. Se mojan las manos, arman paquetes, emprolijan brotes,cortan tallos. Algunos hasta escriben tarjetas a nombre de otro.
Cuando se aburren hacen crucigramas o leen una revista que les prestó el del puesto de diarios. Cambian la yerba cuatro veces al día. Al agua la calientan en el bar de enfrente. Y las facturas que compran a la mañana persisten hasta bien entrada la tardecita.
A veces el olor de los sahumerios los hace toser y estornudar. Ahora también venden barbijos y usan alcohol en gel.
Ahora que están baratos los pensamientos, la gente lleva jazmines. Es que ya nadie pone un mango para que las ideas echen raíces.
Y lo peor de todo, lo más triste, lo dificilmente reparador, lo improbablemente solucionable, y ahí es donde radica mi defensa hacia este gremio desprotegido por la ciudadanía toda, es que jamás podrán distinguir entre quién compra una flor para dirigirse al velorio y aquel que lo hace en ocasión de su primera cita amorosa. Da lo mismo el pibe nervioso que no sabe qué ejemplar llevar ni dónde camuflarlo para no ponerse bordó de la verguenza que aquel que se dirige con los ojos empañados al entierro de su ser querido. No hay forma de saberlo. No es posible averiguarlo. Si ambos van apurados. Si los dos señalan con el dedo y pagan justo. Si apenas dicen un gracias. Si las sonrisas las tienen guardadas como los pañuelos. El muchacho para secarse las manos sudadas de los nervios, y el que visita el difunto por si se le pianta un lagrimón en medio del responso.
Eso es grave. Eso es verdaderamente una injusticia. Mucho más injusto y desalentador que deshojar la margarita y concluir que (ya) no te quiere.

viernes, 10 de julio de 2009

LA PREGUNTA DEL MILLÓN



- ¿Para quién escribís?
- No sé si escribo para alguien en especial. Primero creo que escribo para mí. Por necesidad. Si otros me leen, es algo accidental.
Ella se arrepintió de la pregunta, respiró hondo y bajó la cabeza. Sacó las manos de los bolsillos y comenzó a frotarlas sobre sus pies como si intentara prenderlas fuego.
- Ahora que lo pienso bien, ya sé para quién escribo.
- ¿Para quién?
- Para la gente que tiene frío en las rodillas... y hace preguntas insólitas.

martes, 7 de julio de 2009

COSAS DE BAR



Abrió un bar en la calle Montevideo. Era la novedad del barrio y lo fue a visitar. Charló con el encargado y avisó que su mesa sería la del fondo que da a la calle. Y que su pedido será siempre el mismo: lágrima en jarrito y dos medialunas de manteca. Trabaja a la mañana. Duerme la siesta. A la tarde sale a correr.
Vuelve al bar cuando cae la tarde. Ella lo espera en el cine de la calle que tiene forma de caracol, frente al estacionamiento abandonado. Ella le cuenta de un libro que se compró. Él le dice que ya lo leyó y que no le gustó tanto. A las dos horas salen tomados de la mano y caminan rumbo al centro. No hablan de la película sino de la cola que tuvieron que hacer para ingresar.
Hay viento y la luna tiene una forma rara. Se sientan. Él pide lo de siempre, ella lo mismo que él. Ella le habla de ese libro otra vez.
- La parte esa en que el tipo da vueltas en círculo alrededor de un poste de luz recitando los poemas de Parra, ¿no es genial?
- ¿Y por qué te gustó tanto esa parte?
- Porque es algo que jamás hubiera hecho, y anoche me puse a dar vueltas alrededor de la mesa del living con un libro de Neruda en la mano y recitando poemas en voz alta. Me acosté a las 4. Me doy cuenta que un libro me llegó cuando empiezo a hacer lo mismo que sus personajes.
- ¿Y te gustó Neruda?
- No sé. No te podría decir. Cuando lo empecé a memorizar y a entender me quedé dormida parada. Y me fui a la cama.
Le dio un beso largo como la cola que habían hecho en el cine y, cuando el mozo traía la cuenta, le volvió a preguntar por Neruda.
- ¿Habías leído algo de Neruda?
- No, me caían mal los chilenos. Era un prejuicio. Pero mandé los prejuicios a la mierda con Bolaño. ¿Vos leíste a Bolaño?
- No, porque tenía prejuicios con los escritores que se mueren antes de los cincuenta. ¿Vos decís que mande a la mierda ese prejuicio también?
- Y... yo diría. De lo contrario te vas a perder la mitad de la literatura universal.
La chica que tenía el flequillo en comba como una esquina trazada con escuadra sacó de la cartera la versión violeta de anagrama de "Llamadas telefónicas" y le dijo empezá por acá.
- Si no te podés dormir, empezá a leerlo en voz alta dando vueltas (a paso lento) por tu casa.
- ¿Y si me empiezo a meter en la piel de los personajes y hago lo que ellos hacen y me vuelvo loco?
- No, con Bolaño eso no pasa. No te podés parar con Bolaño. Te vas a sentar enseguida. Te va a atornillar el culo a la silla. No vas a poder dar ni media vuelta al living. Lo que no te aseguro es que no te vuelvas loco.
Abrió el libro en la página que estaba el cuento "Henri Simon Leprince".
-Tengo una idea mejor. Lo empiezo a leer ahora, en voz alta. Si me queda el culo atornillado a la silla, ¿vos me sacás?
Se rieron, otro beso más. Él se acomodó como si de veras su trasero fuera haciéndose la idea de la eternidad en aquel artefacto de madera y empezó a leer con voz pausada. Ponía caras raras y gesticulaba en cada oración. Tenía las mismas facciones que la luna. No se sabía quién actuaba mejor de los cuatro. No se sabía qué era lo más raro de los tres. Si los gestos de él, la pose de ella, o el flequiilo en comba de la que leía poesía de pie mientras esperaba que le viniera el sueño.
Lo único cierto es que el negador de los escritores de menos de cincuenta hacía cada vez más muecas y menos pausas. La del flequillo lo miraba con atención. El mozo se había parado tras ellos y anotaba todo, como si fuera el pedido más caro del mundo.

lunes, 6 de julio de 2009

RECORDANDO A ONETTI



El 1 de julio hubiera cumplido 100 años. Otro uruguayo tardíamente reconocido.
El hombre que se casó cuatro veces y fumó hasta el fin de sus días fue además de periodista y escritor plomero, albañil, maestro rural y corrector de pruebas.
Tenía como autores preferidos a Faulkner, Proust, Céline, Dostoievski, Hemingway. Y admiraba a poetas como Shakespeare, Walt Whitmann, Pablo Neruda, César Vallejo, Luis Rosales.
Además de buena pluma tenía buen gusto el hombre. Aunque para la soberbia francesa aún no haya sacado chapa de autor existencialista. Claro, ese pedestal se lo dejan exclusivamente a otro que usaba anteojos negros y redondos: Jean Paul Sartre.

Detestaba los homenajes. Acá uno humilde, pequeño, para que no se caliente tanto. Escribió alguna vez:
"Yo besaré los pies de aquel que comprenda que la eternidad es ahora, que él mismo es el único fin; que acepte y se empeñe en ser él mismo, solamente porque sí, en todo momento y contra todo lo que se oponga… Siempre he sido Onetti. Nunca usé trucos, ni estafé a nadie ni a mí mismo. Todas las debilidades que se pueden encontrar en mis libros son debilidades de Onetti y son auténticas debilidades."