“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

viernes, 24 de julio de 2009

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A veces es satisfactorio abrir la puerta y que no esté. Al menos que no esté en el mismo lugar que la dejaste.
Sabés que no se puede haber ido muy lejos, tampoco muy cerca. Si se tratase de una mascota, vaya y pase. Pero no. Es como la camiseta que va pegada al cuero en invierno. Pero esta vez no la llevás con vos. Tenés que conformarte con verla de vez en cuando. Cuando se dispone a salir de la escondite. Cuando grita, piedra libre, tan bajito que nadie la escucha. Había contado hasta veinte; en español, en cordobés, en hebreo y en inglés. Su cabeza era un ábaco cuatrilingue e impaciente.
Y estira la mano- para ser la primera- y abolla con todas las yemas de los dedos un globo de aire que se infla inerte hasta desaparecer tras un soplido inesperado. No estaba ahí la pared.
No sé si es la mano la que se equivoca de lugar, o es la pared la que se corre por miedo a que le golpeen duramente la cara.

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