Hace unas semanas visité el Valle de los Caídos, a las afueras de Madrid, donde está la tumba de Franco. En el diario PERFIL escribí esta nota sobre el monumento más imponente que construyó el régimen franquista.
Pone la piel de gallina estar ahí. Y más escalofrío da cuando sabés de antemano que no sólo está el mausoleo de Franco y el de su padre ideológico, Jose Antonio Primo de Rivera. También existen 40.000 cuerpos de caídos en la Guerra Civil, la mitad aún sin identificar.
La dictadura de Franco se encargó de adoctrinar a la sociedad bajo un eufemismo disfrazado de slogan narcotizante: Se dijo hasta el hartazgo que allí descansan los "caídos por Dios y por España".
La sociedad sigue dividida. Puertas afuera, se tiene a España como el modelo a seguir en materia de reconciliación nacional por el Pacto de Moncloa y la transición democrática. Puertas adentro, la realidad no es tan alentadora. Cuando se sacan los trapitos al sol, el debate se reabre, y se nota a simple vista que las heridas no cicatrizaron. Corrió mucha sangre como para tapar la cuestión con alcohol y gasas. Si no las cierra el tiempo y la madurez, no cerrarrán nunca.
1 comentario:
Realmente pone la piel de gallina estar ahí... Y más escalofrío da cuando UNO NO sabe de antemano que allí no sólo está el monumental e imponente mausoleo de Franco sino que en una insignificante puertita yace un aún más insignificante cartel indicando que allí - en una fosa común- yacen los 40.000 cuerpos de los caídos en la Guerra Civil, la mitad aún sin identificar. Esos caídos son los del bando repúblicano, fuente también de la mano de obra necesaria para una de las tantas ordenes que Franco dictó: levantar semejante tumba, su propia tumba. El constraste estremece, como también estremece lo dividida que sigue la sociedad española al respecto y la poca predisposición a un debate desapasioando sobre tan sangrienta estapa de su historia.
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