Y en el día de la primavera todos llevan flores como banderas. Ellos para ellas, ellas para ellas.
Caminan más contentos con esos artefactos en la mano. La felicidad, a veces, es confundida por un ramo de flores. Pero no los confunde la primavera. Son ellos los que la engañan. Son los peatones que portan máscaras de orquídeas y nardos los que creen que sólo está permitido regalar flores nueve días antes que termine septiembre.
Mi prima vera dijo allá lejos y hace tiempo:
"Hay que regalarse flores todo el año. Si no te da el cuero para comprarlas, dibujala en un hoja, hacela en papel celofán, en una servilleta, o mejor aún, robala de un jardín, de una maseta. Arrancásela a la vecina más hijaeputa de todas. Esa que te devolvía la pelota pinchada cuando caía en su patio. Y regalásela a la menos hijaeputa de tus mujeres."
Qué sabia era mi prima vera. Y pensar que cuando murió nadie le llevó ni un clavel.
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