“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

miércoles, 23 de septiembre de 2009

VACÍO

Hasta ayer él pensaba que el vacío sólo era un corte de carne. Una forma elegante de referirse al asado del domingo. Pero descubrió que las palabras tienen más personalidades que un travesti. Lo que de día se disfraza de jugosa carne sin hueso, de noche amenaza con cortarte la respiración.
Llegó al atardecer a su casa y colgó la campera en el respaldo de la silla que hace de perchero. Fue a la cocina y prendió la hornalla para calentar el ambiente. Frotó sus manos y caminó por el pasillo dejando huellas pesadas a su paso.
Fue al baño y se detuvo en el espejo. Qué cagada cuando uno no se reconoce, pensó.
En el espejo no están las respuestas. Cómo van a estar las respuestas donde nacen todas las preguntas. Se miró con rabia y empañó el vidrio con una aureola de aliento fresco. Le mostró sus dientes blancos como exijiéndole toda la información del mundo. Sus ojos parecían dos navajas que acababan de cortarle el pescuezo a la luna.
Volvió tras sus pasos. Los reconoció. Se preguntó por qué se lleva mejor con las huellas de los pies que con las de la cara. Si caminara con la boca y respirara con los pies, de qué se disfrazaría el espejo para explicárselo. Tampoco tenía respuesta para eso. Hay veces que no es necesario hacer aladeltismo o pinchar un pedazo de carne para sentir el aliento del vacío en la cara. Y ardiéndote por dentro.

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