“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

domingo, 6 de abril de 2008

JUGADOS


Cuando la tomé de la mano sentí un cosquilleo en la panza. Juguetee con su anillo y se lo tomé prestado. Eran actitudes propias de un amante nervioso y apresurado que carece de experiencias en salidas diurnas con muchachas que sí la tienen. Primero comencé por contar la cantidad de pasos que entraban en una baldosa. Uno, dos; nunca más de dos por baldosa. Ella tenía un andar pausado, propio de un cuerpo que derrochaba tranquilidad. "Cuando llegue a 87 le digo si quiere que nos sentemos en un banco", pensé. Cuando iba por el paso 84 y no vislumbraba ningún parate con sombra en las cercanías, opté por prolongar la agonía y postergar para dentro de unos 120 pasos la pregunta. De golpe, ya cuando había perdido la cuenta de los pasos, vi un banco de plaza, como los de antes, esos que tienen pinceladas verdes y pies de apoyo de bronce. Le solté la mano, miré su reloj. 4.25.
- ¿Tomamos algo?, pregunté ansioso.
- Pero recién nos sentamos, sentenció con vehemencia.
- Sí, tenés razón.
Tenía una voz que transmitía convicción. En un tono más agudo que grave, sacudía sus palabras con vehemencia.
Me propuso un juego desafiante. Cerrar los ojos por cinco minutos y fijar la vista hacia arriba. No entendí el sentido del planteo lúdico pero no opuse resistencia, aunque sí hice trampa. La espié por encima de mi hombro mientras ella miraba la nada misma y respetaba lo pactado.
Sus párpados latían, pero permanecían cerrados. La miré de cerca, era más linda de cerca, más imperfecta, más humana. Tiene marcas, lunares, granitos, pecas y hasta algún bigote rubio que el sol devela cuando le pega de refilón. Tiene labios gruesos, nariz finita como un ñoquis partido al medio y una piel trigueña parecida a una tostada de salvado.
Estábamos muy cerca, casi pegados. Ella respiraba despacio, del mismo modo que al caminar. Le di un beso. Sus ojos siguieron cerrados. Su voz, apagada. Su lengua, despertaba. El juego había terminado, pero sin querer, recién estaba comenzando.

2 comentarios:

Leila dijo...

Jugadísimos!

Blue dijo...

Me gusta esta faceta tuya.