Hay cosas sencillas de entender. Una flor es una flor y una noche es una noche. Un montón de ladrillos son un montón de ladrillos.
Pero si una noche cualquiera él se para sobre un pilar de ladrillos desvencijados y, del otro lado de la tapia, ella estira su mano y recibe una flor perfumada, ahí cambia la cosa.
Ahí está el amor. Y el amor es el amor. Y eso no es fácil de entender. Menos de explicar. Pero es. Es como un ladrillazo que te acaricia con el perfume de una flor una noche cualquiera.
1 comentario:
Hermosamente simple, hacía tiempo que no te leía Torito, como siempre un placer...La Turca.
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