“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

miércoles, 10 de septiembre de 2008

EN BUSCA DEL TECHO PERDIDO

Ahora les escribo desde Salamanca. Finalmente llegué a donde me quedaré los próximos seis meses. Estoy hospedado en una pensión humilde, pero gauchita, diría mi abuela. Tengo habitación propia pero comparto el baño y la ducha con unas seis personas más que aún no conozco. Por la noche se escuchan portazos y gritos.
Anoche di dos vueltas de llave, prendí la tele y me dormí con el aparato encendido en un canal en donde una vidente hablaba por teléfono con la audiencia. A Mercedes, que andaba preocupada por su hijo que se droga a escondidas, le aconsejó que visite a un médico de urgencia y hasta se animó a decirle que se internen los dos juntos. Es la versión española, y en mujer, de Baby Etchecopar. Maruja no les corta el teléfono pero si larga aforismos universales y parece tener la brujula del mundo en la palma de su mano.
Apagué el televisor, abrí la puerta. Ya no había gritos y me mandé al baño como un montonero pasado a la clandestidad. Me duché con agua caliente como una termita, le pegué un codazo al pico y me sequé con una toalla bastante humeda. Era verde y olía a algas. Me fui a dormir, y amanecí hoy a las 8.30. Me desperté de un tirón. No tenía idea donde estaba. Tuve un ataque de incertidumbre. Una catarata de lugares se fueron figurando en mi cabeza, en este orden: Hostel de atenas, casa de Almafuerte, departamento Buenos Aires, departamento del turco en Buenos Aires, plaza en barcelona...
Vi un calzoncillo colgado de una percha y un par de medias abolladas en un rincón, un bolso abierto. La mochila del baño goteaba. Supe, recién ahí, que estaba en Salamanca. Y es ahora cuando ya sé donde estoy y para qué estoy acá. En breve saldré en busca de un piso a compartir con otros estudiantes igual de atormentados que yo.
Iré en busca de un techo. Espero una vez instalado allí, poder reconocerlo cada mañana al levantarme.

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