Y ahí es cuando se enreda y cae de boca al suelo,
Su único merito es poner las manos.
Junta los restos de vidrio y sigue.
Carne de cañón de la soledad,
Aliada incondicional de los contratiempos.
Siempre tarde, aunque vaya a ninguna parte,
No lleva reloj porque le irrita ser consciente de su impuntualidad.
Se atropella en el espejo que le avisa sus defectos,
Y sale corriendo y tropieza para decir que existe, que es de verdad.
Quedan vidrios desparramados en el piso, los pisa y sigue.
La vez que la ví era una ilusión,
Y cuando salió corriendo caí en la cuenta que era de verdad,
De carne, hueso, lágrimas y pasado.
Y ahora es una escultura que cuelga en mi memoria,
Pero hay una duda que no me deja caminar liviano,
Un signo de interrogación que se cuela en mis zapatos:
¿A esas esculturas hechas de pedazos de pasado hay que
Esculpirlas o escupirlas?
Partículas transparentes se ponen nerviosas y son ignoradas.
Los pies pesan más de la cuenta, la pregunta se pone
Cómoda y ya calza 43.
Clavada en la sien, pendiendo de ese hilo zurcido a golpes,
Se siente la más desafortunada de las olvidadas a voluntad.
Ya nadie sabe qué hacer con ella. No hay artistas que quieran esculpirla,
No hay vengadores que quieran escupirla.
Ya nadie. Sólo él y su memoria.
Ni los vidrios que agonizan de celos en un rincón la miran de reojo.
1 comentario:
"La vez que la ví era una ilusión,
Y cuando salió corriendo caí en la cuenta que era de verdad"...yo me di cuenta de lo mismo hace poco... La turca
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