“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

miércoles, 2 de enero de 2008

Amor en negro y amarillo


Pienso en voz alta. ¿Se apagarán en algún momento aquellas luces? Esas que se juntan como un puñado a lo lejos. ¿Descansará a alguna hora el neón que percibo incandescente en cada instante de la madrugada? Son las tres de la mañana, abro la cortina y contemplo el afuera. Son como pequeños alfileres fluorescentes que parecen disfrutar de su encendido perpetuo. Siempre están erguidas, verticales, fálicas. Miran hacía arriba, cogotean, aunque nadie lo note, para ver que sucede en la otra esquina. Desde el piso 14 una ventana todavía mantiene, al igual que la plazoleta del frente, sus luces encendidas. Me arriesgo a que debe ser la única de este hotel, que hospeda extranjeros que cenan temprano y hombres de negocios que pululan con señoritas que tienen más cara de novias adolescentes que de señoras bien.
Una pareja se ve feliz desde las alturas. Imagino su historia. Él la encaró a ella en un bar de San Telmo, hace mucho, cuando todavía era el rincón de las antigüedades y el tango. Ahora sólo habitan prostitutas, y casi nada más. Están sus clientes, claro, pero son minoría. Ella no debe ser una mina fácil, pero él la peleó porque se enamoró a primera vista. Ahora se besan como si los dos se amasen de la misma forma, pero no creo que así sea. Ella ahora lo ama más. Él, cada día la ama un poquito menos, pero eso no excluye que un frío viernes por la noche no puedan ir al cine y comerse la boca a besos al pie del obelisco.
Casi no veo luces afuera, la parejita ya abandonó su puesto de amorío. Sabiamente, decidieron tomar el rumbo correcto. Irán a hacer el amor al auto de él. Es chofer de un taxi que trabaja toda la noche. Estimo que reclinarán los asientos y el letrero de “libre” no estará a la vista del público. Buenos Aires tendrá, una vez más, un taxi menos, dos amores más.

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