“Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas.”
FABIAN POLOSECKI (1964-1996)

martes, 1 de enero de 2008

Una vez me presenté así

Hace no mucho tiempo, en un curso de periodismo narrativo, tuve que presentarme ante mis compañeritos virtuales para que supieran quién corno era. En aquella oportunidad dije más o menos así:

"Escribir sobre uno mismo no me hace mucha gracia. Trataré de hacerlo, como si el que le diera golpes al teclado fuera ese “otro yo” que todos tenemos.

Nací un 18 de enero de 1986 en Almafuerte, un pueblo distante a 100 km de la ciudad de Córdoba, que todavía duerme la siesta hasta las 5 de la tarde o en su defecto hasta que el afilador de cuchillos los despierte con su encantador chillido. Viví allí hasta los 15, me mudé a Córdoba Capital por razones laborales de mi viejo. Por aquel entonces sentía que me habían quitado una parte del cuerpo. Dejaba el lugar en el que había nacido, jugado a las escondidas, robado duraznos del vecino, armado “picaditos” de fútbol hasta el anochecer y muchas cosas más. Pero fue una sabia partida. Una vez radicado en Córdoba, viví en tres casas diferentes, continué mis estudios secundarios, y allí conocí los que hasta el día de hoy siguen siendo mis entrañables amigos. A los 18 años entré en una crisis, pequeña, micro, pero para mí era gigante. Y ahora...¿qué hago?, me pregunté. Desde muy chico siempre tuve en claro que quería ser periodista. A los 10 años ya andaba con un grabador en la mano, inventaba programas de radio con mis primos, relataba partidos de fútbol en el techo de mi casa, y hasta ponía voz de locutor para las tandas comerciales. Pero cuando de veras me tuve que decidir a estudiar esta carrera tuve más dudas que certezas. Averigüé en muchas facultades, revisé infinidad de planes de estudio, hablé con mucha gente, y arribé a una conclusión: no hace falta estudiar para ser periodista, cualquiera puede serlo. Sólo hace falta saber escribir medianamente bien, tener un poco de suerte, y ser un tanto caradura. Me deprimí mucho cuando llegue a semejantes conclusiones. ¿Qué hago con 18 años? ¿Estudio periodismo? ¿Empiezo derecho?, ¿me meto en ciencias políticas? Mi cabeza giraba como un carrusel y ni siquiera me esforzaba en buscar la sortija, hasta que una tarde calurosa de Febrero dije: “Me voy a Buenos Aires”. Y así es como ahora les estoy escribiendo estas líneas a escasas cuadras del obelisco porteño. Sigo siendo más corodobés que la cañada y el cuarteto, pero Buenos Aires es linda, e invita a quedarse. Mientras rindo exámenes finales y busco trabajo que no sea alguna pasantía por 300 mangos, me anoté en este curso con la idea de aprender todos los días algo nuevo."

Este placer, ya transformado en vicio, que es la escritura será otra vez el vehículo para expresarme. No creo, como algunos sostienen, que la hoja en blanco paraliza; estoy convencido que si la piel se eriza antes de pegarle el primer sacudón al teclado, es que las cosas van bien.

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